El enigmático síndrome de Estocolmo: Cuando los rehenes abrazan a sus captores

sindrome de estocolmo

Imagínese en una situación de peligro extremo, atrapado entre las manos de personas sin escrúpulos dispuestas a hacerle daño en busca de un beneficio propio. Sorprendentemente, en medio de ese infierno, desarrolla un vínculo afectivo con sus captores, estableciendo una relación simbiótica que va más allá del entendimiento común. Esta paradoja es el núcleo del llamado síndrome de Estocolmo, un fenómeno psicológico que ha intrigado y causado controversias en igual medida.

El evento que le dio nombre al fenómeno

Para comprender este síndrome, no hay mejor lugar que Estocolmo, Suecia, en 1973. Un atraco al Kreditbanken llevado a cabo por Jan-Erik Olsson y Clark Olofsson resultó en un caótico secuestro con cuatro rehenes desesperados por su vida. Olsson, ambos personajes siempre vinculados a la historia del síndrome de Estocolmo, utilizó una táctica macabra: ataba bombas a las extremidades de sus rehenes, apagando las luces de la bóveda donde se encontraban y disparando a uno de ellos para demostrar que iba en serio.

El primer ministro sueco en ese momento, Olof Palme, fue contactado por una de las rehenes, Kristin Ehnmark, quién sorprendentemente habló con calidez de sus captores y les expresó su confianza. Este insólito comportamiento dio origen al término “síndrome de Estocolmo”, una respuesta adaptativa empleada por personas secuestradas para sobrevivir a situaciones extremadamente amenazantes.

Una realidad psicológica compleja y contradictoria

Analizar el síndrome de Estocolmo es adentrarse en un laberinto sin fin de contradicciones y comportamientos ilógicos. Por un lado, aquello que uno esperaría de una relación entre víctima y victimario sería confrontación y odio, pero este síndrome muestra lo contrario: el rehén desarrolla un vínculo positivo con el captor, mientras muestra una actitud de hostilidad hacia las autoridades. Y como si esto no fuera suficiente, existe su contraparte, llamada síndrome de Lima, en el que los secuestradores sienten empatía hacia sus víctimas.

Los dilemas de la investigación en síndromes de secuestro

Estudiar el síndrome de Estocolmo y el de Lima presenta retos éticos complejos. Por un lado, profundizar en estos fenómenos podría causar daño a las personas secuestradas que los experimentan, así como a sus familias. Además, hay controversias en torno a su denominación y a la posibilidad de considerarlos verdaderos “síndromes”. Sin embargo, el hecho es que estos fenómenos sí existen y afectan a un porcentaje importante de personas secuestradas.

Según el Buró Federal de Investigaciones, el 27% de las personas secuestradas experimentan el síndrome de Estocolmo. Esto nos da una idea de cuántas personas podrían haber desarrollado lazos positivos con sus captores en situaciones extremas de violencia y miedo.

Las características del síndrome de Estocolmo y del síndrome de Lima

A lo largo de los años, los expertos han identificado las características principales de estos dos síndromes. Para el síndrome de Estocolmo, la conducta del rehén incluye un mecanismo adaptativo de equilibrio ante la indefensión, una actitud de agradecimiento hacia los captores y la negación del peligro o amenaza. Por su parte, el síndrome de Lima se distingue por los comportamientos del secuestrador, como:

  • Evitar dañar físicamente a la víctima.
  • Conceder libertades.
  • Socializar con la víctima.
  • Y en ocasiones, tratar de seducirla.

Lo más sorprendente de estos síndromes es que presentan conductas contrarias a las que se esperarían en situaciones tan extremas y terroríficas. Esto ha generado un sinnúmero de debates, tanto en la comunidad científica como en la sociedad en general. Se trata, sin lugar a dudas, de fenómenos intrigantes y desconcertantes.

El enigmático caso de Patty Hearst

El síndrome de Estocolmo más conocido en la historia es el de Patty Hearst, secuestrada en 1974 por un grupo terrorista. Hearst, en lugar de conservar su calidad de víctima, se unió a sus captores y empezó a cometer delitos a su lado. Ella utilizó el síndrome de Estocolmo como defensa en su juicio, aunque fue sentenciada a prisión, siendo quizás el ejemplo más paradigmático del síndrome.

¿Por qué ocurre el síndrome de Estocolmo?

La pregunta del millón es: ¿por qué algunas personas desarrollan estos vínculos emocionales con sus captores? A día de hoy, no existe una respuesta clara. Algunos psicólogos y médicos lo consideran un mecanismo de supervivencia ante situaciones aterradoras, mientras que otros lo ven como un fenómeno más complejo y multidimensional.

Lo cierto es que, aunque el síndrome de Estocolmo no es reconocido por el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM), es un fenómeno que ha dado lugar a innumerables discusiones, investigaciones y fascinación. No cabe duda de que el alcance y las implicaciones de estos síndromes seguirán siendo un misterio por algún tiempo más.