Terrores Nocturnos: Una Mirada a la Noche de los Adultos

Terrores nocturnos en adultos

Los terrores nocturnos, episodios de pánico intenso durante el sueño, no son exclusivos de la infancia, afectando también a la población adulta. A diferencia de las pesadillas, los sujetos afectados por estos episodios usualmente no recuerdan lo sucedido. La Mayo Clinic, referente en el ámbito de la salud, describe estos episodios como manifestaciones del sueño que llevan a la persona a gritar, patalear o actuar con un miedo profundo, incluso cuando no están completamente despiertos. La distinción entre terrores nocturnos y pesadillas es crucial, siendo los primeros mucho más intensos y menos recordados que las segundas. Se encuentran asociados a causas diversas, que incluyen el estrés y la falta de sueño, entre otros factores.

La Fundación CADAH, a través de Rocío Meca Martínez, especialista en Pedagogía Terapéutica, sugiere que factores como el estrés o trastornos como el TDAH pueden contribuir a la aparición de terrores nocturnos en adultos. Meca Martínez puntualiza: “Es esencial un abordaje multidisciplinario para entender completamente el fenómeno y abordarlo de manera efectiva”. Esto subraya la complejidad de los terrores nocturnos y la necesidad de una perspectiva integral para su manejo y tratamiento, reconociendo que no es un simple miedo nocturno, sino una problemática que puede estar enraizada en preocupaciones más profundas de la salud mental y física.

Perfil de Quiénes Padecen Ataques de Pánico Nocturnos

Las noches deberían ser sinónimo de descanso y tranquilidad, pero para algunos son todo lo contrario. Los individuos susceptibles a desórdenes como el trastorno del sueño y trastornos de ansiedad se encuentran, a menudo, en la primera línea frente a los ataques de pánico nocturno. La mezcla potencialmente peligrosa de problemas de sueño, el consumo de sustancias como alcohol y café, sumado al estrés y la ansiedad acumulados durante el día, teje un terreno fértil para que dichos episodios irrumpan en la quietud de la noche.

Los síntomas varían entre individuos, pero el cocktail de sudoración, dificultad para respirar, escalofríos y náuseas, configura una experiencia altamente perturbadora.” Esencialmente, estas manifestaciones físicas son el cuerpo hablando, declarando la urgencia de atender a la salud mental y física. Ignorar las señales no es una opción; enfrentar los factores desencadenantes, sí. Desde evitar estimulantes hasta crear una rutina de sueño coherente, el arsenal para combatir estos episodios es tan variado como necesario.

Night Terrors
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Síntomas del Trastorno de Pánico Nocturno en Adultos

La quietud de la noche parece amplificar la angustia que arraigan los ataques de pánico nocturnos. Un evento desencadenante menor durante el día o un ciclo de sueño alterado puede convertirse en el preludio de una noche tormentosa. La sensación de desorientación al despertar, combinada con el miedo intenso y síntomas físicos abrumadores, dibuja el cuadro de lo que muchos adultos enfrentan en la oscuridad de su habitación. Estos episodios no solo roban el descanso sino que siembran una preocupación constante sobre la llegada de la noche.

Identificar las señales es crucial. La sudoración, dificultad para respirar, escalofríos y náuseas no son más que la punta del iceberg. La experiencia de cada individuo añade capas de complejidad a estos síntomas, afectando su calidad de vida y bienestar emocional. “Cada ataque es un asalto a la tranquilidad nocturna, una interrupción involuntaria que demanda ser entendida y manejada”, señala un especialista en la materia. Este entendimiento es el primer paso hacia la recuperación, hacia la reconquista de noches de paz y descanso.

Manejo eficaz del trastorno de pánico nocturno

El trastorno de pánico nocturno despierta a quienes lo padecen en medio de la noche, invadidos por una sensación abrumadora de miedo y ansiedad, acompañada de síntomas físicos y cognitivos alarmantes. Estos episodios, aunque compartan la esencia con los ataques de pánico diurnos, tienen la particularidad de irrumpir durante el sueño, lo que aumenta la confusión y el miedo de no ser capaces de retornar a un estado de calma.

La literatura sugiere que el manejo de estos episodios nocturnos requiere de una estrategia integral, que abarque no solo técnicas de relajación como la respiración consciente, sino también un enfoque terapéutico para desentrañar y tratar las causas subyacentes de la ansiedad. Al levantarse de la cama, realizar acciones no estimulantes como ordenar o beber un vaso de agua, puede ayudar a distanciarse del estado de pánico y fomentar la calma. No obstante, “Lo ideal es gestionar el mundo emocional de la mano de un/a profesional de la salud mental, que nos pueda proporcionar/enseñar técnicas o herramientas personales de afrontamiento,” lo que subraya la importancia del acompañamiento psicológico en estos casos.

Además, se ha encontrado que la actividad física puede ser un recurso valioso en la regulación de la ansiedad, y cuando esta se realiza en contacto con la naturaleza, su efecto es aún más beneficioso. Por lo tanto, incorporar hábitos de vida activa no solo contribuye a un bienestar general, sino que también se posiciona como una estrategia preventiva contra la aparición de trastornos de pánico nocturno.

respiración consciente
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Tratamiento eficaz para el trastorno de pánico nocturno en adultos

El núcleo del manejo eficiente del trastorno de pánico nocturno articula alrededor de una amalgama de terapia cognitivo-conductual y modificaciones en el estilo de vida, equipados con el soporte farmacológico adecuado si se considera necesario. La terapia cognitivo-conductual se erige como una herramienta cardinal, permitiendo a los afectados desentrañar las raíces de sus ataques de pánico y reestructurar los patrones de pensamiento catastróficos que precipitan dichos episodios.

Los cambios en el estilo de vida mantienen una importancia capital, enfatizando la necesidad de esquivar estímulos proclives a desencadenar la ansiedad, tales como las drogas, el tabaco y la cafeína, mientras que paralelamente se alienta a los pacientes a emprender rutinas de ejercicio y técnicas de gestión de estrés.

Frente a la irrupción de un ataque, prácticas de anclaje sensorial ( enumerar elementos percibidos por los sentidos ) y ejercicios de respiración figuran entre las estrategias más efectivas para contrarrestar el avance del pánico.

En el terreno farmacológico, los antidepresivos como la paroxetina, la sertralina o el escitalopram, junto a los ansiolíticos ( principalmente, benzodiacepinas como el alprazolam y el diazepam ), constituyen el eje de la intervención médica, reservando su uso para los casos en los que se identifique una necesidad clínica explícita. Estos medicamentos no solo alivian, sino que además pueden evitar la recurrencia de los episodios de pánico.

El tratamiento exitoso de este trastorno exige un enfoque personalizado, delineado y adaptado a las singularidades de cada paciente, por lo que la orientación de un especialista —psiquiatra o psicólogo— resulta indispensable.