La Compasión: Clave en las Relaciones Humanas

Compasión en el Asfalto

La compasión se erige no solo como un sentimiento noble, sino como un pilar fundamental en la edificación de relaciones humanas saludables y duraderas. En un entorno donde la empatía a menudo se confunde con la verdadera compasión, esta última trasciende al incorporar un deseo activo de mitigar el sufrimiento ajeno. La compasión es, según la iniciativa Primero Escucha de la UNODC, “el pegamento que mantiene unido al mundo”, ofreciendo una base sólida para la construcción de lazos familiares y sociales robustos.

La manifestación de la compasión en la vida cotidiana no solo beneficia a quien la recibe, sino que engrandece a quien la ofrece, promoviendo un círculo virtuoso de bienestar emocional y físico. Un estudio sobre la compasión resalta su importancia no solo en el ámbito personal sino también en el social y educativo, donde se le considera una “Súper Habilidad” crucial para el aprendizaje social y emocional. Del mismo modo, este sentimiento es catalizador de una mayor autoestima, bienestar general y felicidad. Impulsar la compasión puede, por ende, convertirse en una estrategia efectiva para mejorar nuestras vidas y las de las personas a nuestro alrededor, fortaleciendo la resiliencia ante el estrés, mejorando el rendimiento académico y prolongando nuestra existencia. En palabras de la UNODC, “La compasión es una Súper Habilidad que promueve el Aprendizaje Social y Emocional”.

Aspectos Psicológicos Tras la Compasión

La compasión trasciende el mero acto de sentir lástima por otros; se ancla en la empatía profunda y un sincero deseo de aliviar el sufrimiento ajeno. Dicha empatía no solo se enfoca en el sentir, sino en la acción consciente de mitigar dolores ajenos, conectando con la esencia de nuestro ser y reafirmando la humanidad compartida.

Los beneficios psicológicos de ejercer la compasión son múltiples: potencia el desarrollo de la empatía, diluye las barreras del egoísmo, prioriza lo verdaderamente importante en la vida, y cultiva la humildad y una multiplicidad de sentimientos positivos hacia uno mismo y hacia los demás. La práctica de la autocompasión, esencial en este proceso, supone aceptarse, liberándose de juicios y conectando con nuestras necesidades y emociones primarias. “Aunque la conmiseración no puede alterar los hechos, sí puede contribuir a hacerlos más soportables”, atestaba Bram Stoker, evidenciando el poder transformador de la compasión más allá de la simple empatía o lastima mal dirigida.

Enfocándonos en estrategias concretas, desde la meditación hasta técnicas como la “Terapia Focalizada en la Compasión” (CFT) de Paul Gilbert, el entrenamiento de la compasión se presenta como un camino hacia una vida más plena, tanto para uno mismo como para el entorno. Entender la compasión, diferenciarla de la pena, y poner en práctica un estilo de vida compasivo, se traduce en un bienestar generalizado y en una sociedad más cohesionada y empática.

Identificación y Expresión de la Compasión

La compasión trasciende el mero reconocimiento del sufrimiento ajeno; se arraiga en la voluntad auténtica de aliviar tal sufrimiento. Esta disposición se torna evidente a través de gestos concretos, sean estos grandes actos de generosidad o pequeñas muestras de cuidado. Entender que “la compasión no solo reside en sentir, sino en la acción decidida por mejorar el bienestar de quien sufre”, aclara el prismático espectro de este sentimiento hacia una directriz práctica y tangible. La compasión, por tanto, se vuelve reconocible no solo en el espejo de nuestras emociones, sino también, y quizás más críticamente, en el reflejo de nuestros actos.

En el corazón de la compasión late el principio de la empatía activa: la capacidad de no solo compartir el sentimiento de dolor de otro, sino también de propulsar ese sentimiento hacia acciones constructivas. Esto podría manifestarse en ofrecer apoyo emocional, bridar recursos tangibles o incluso involucrarse en actividades de voluntariado que buscan mitigar los desafíos enfrentados por comunidades. En esencia, la compasión se manifiesta a través de un compromiso activo con el alivio del sufrimiento ajeno, consolidando así su posición como un pilar esencial de la interacción humana y el tejido social.

Compasión
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Aprender la compasión en nuestro día a día

Aunque la compasión está adherida a nuestra naturaleza, por lo general, no se nos enseñan a fortalecerla y ejercitarla. Nos enseñan lo que es la bondad, compartir, lo que está mal y lo que está bien dentro de nuestra cultura, etc. Pero pocos de nosotros hemos sido instruidos en lo que implica.

Sin embargo, podemos aprender a ser más compasivos en nuestro día a día, en cualquier momento de nuestras vidas, sin ningún tipo de excusa. Puesto que todas las personas poseemos esa capacidad interna. Simplemente debemos despertarla y hacérselo entender a nuestra mente para que se manifieste en nuestros actos.

Antes de ver cómo puedes desarrollar la compasión, tratemos la siguiente cuestión: ¿por qué es crucial que desarrolles la compasión en tu día a día? Según las investigaciones científicas que han estudiado a las personas compasivas, se observa que quienes lo practican producen en su cerebro más DHEA 100, que es una hormona implicada en contrarrestar el proceso de envejecimiento. Además, estas personas muestran hasta un 23% menos de cortisol (la hormona del estrés).

Para trabajarla es necesario

  • Cultivar la empatía: para comprender y entender mejor las emociones de los demás. Acercarnos a lo que supone el contacto profundo con otro ser humano o cualquier ser vivo.
  • Reconocer las similitudes con los demás: en vez de centrarnos en las diferencias y en las comparaciones que tanto daño hacen, centrarse en las similitudes. Todas las personas sufrimos, pasamos por malos momentos, tenemos miedo y deseamos ser felices, ser amados y queridos. Lo que tenemos en común es aquello que nos hace humanos, si nos centramos en eso, aprenderemos a ser mucho más compasivos.
  • Practicar la amabilidad: mediante actos que alivien el sufrimiento de los demás, ofrecer lo que se tiene, sin estar esperando recibir nada a cambio. Los actos generosos nos convierten en personas más bondadosas, dándole un mayor sentido a todo lo que vivimos.
  • Perdonar y dejar los prejuicios a un lado: aunque hay muchas personas que creamos que no merecen nuestra compasión, porque se hayan comportado mal con nosotros o hayan cometido actos denigrantes. Se pone a prueba nuestra compasión precisamente con este tipo de personas, con las que podemos llegar a detestar. Si vemos en profundidad a estas personas están gritando de sufrimiento su necesidad de ser amados, y su dificultad para poder enfrentarse a todo lo que les rodea. Si somos capaces de ver eso, estaremos más cerca en nuestro día a día de ser cada vez más compasivos.