Entendiendo el Trastorno de Personalidad Dependiente

la complejidad emocional del trastorno de personalidad dependiente

Entre las sombras de los trastornos de personalidad, el trastorno de personalidad dependiente se perfila como una entidad compleja, cuyo núcleo se centra en la inseguridad y la necesidad imperiosa de cuidados por parte de otros. Esta condición, reflejo de un miedo profundo al abandono y a la soledad, imprime en quienes la padecen un sello de indefensión y dependencia que transcurre a lo largo de la vida adulta, habiendo echado raíces ya en la niñez. Su prevalencia, repartida equitativamente entre hombres y mujeres, la sitúa como una de las psicopatologías de personalidad más comunes, tal y como señala la American Psychiatric Association.

Los rasgos distintivos del trastorno de personalidad dependiente se manifiestan en una falta de confianza absoluta sobre las propias decisiones, llevando a quien lo padece a una búsqueda constante de guía y aprobación. En palabras de la American Psychiatric Association, “Las personas afectadas por esta condición se ven inmersas en una lucha eterna contra el temor al abandono, lo cual deriva en comportamientos de sumisión y pasividad en las relaciones interpersonales”. Esta dinámica de temor y dependencia desencadena un ciclo de relaciones insalubres, donde el sufrimiento y el sacrificio se vuelven moneda corriente, a cambio del espejismo de la seguridad y la protección.

Identificación de Síntomas en el Trastorno de Personalidad Dependiente

La sumisión y una demanda constante de atención son sellos distintivos en quienes padecen el trastorno de personalidad dependiente. Estas características devienen en una necesidad de validación externa para tomar decisiones cotidianas, desde qué ropa vestir hasta intermediarios en las relaciones sociales. “La dependencia emocional y la dificultad para tomar decisiones sin una guía externa” se manifiestan en la búsqueda de relaciones que suplan esa necesidad de aseguramiento, a menudo de forma acrítica.

El miedo al abandono juega un papel crítico en el comportamiento de estas personas, quienes pueden conformarse con situaciones desfavorables o dañinas con tal de no enfrentarse a la soledad. Este temor no solamente aparece en contextos interpersonales sino que se extiende a múltiples aspectos de la vida, proyectando una imagen de inseguridad y dependencia. Incluso en ausencia de amenazas reales, la posibilidad de abandono es una fuente constante de ansiedad y estrés, llevándolos a evitar conflictos, incluso si ello implica ir en contra de sus propios principios.

dos personas atadas
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Abordaje terapéutico en el trastorno de personalidad dependiente

En el tratamiento del trastorno de personalidad dependiente, la psicoterapia psicodinámica y la terapia cognitivo-conductual destacan como métodos primordiales, enfocándose en el análisis de los miedos a la independencia y las complicaciones en la autoafirmación. Los expertos en salud mental recalcan la importancia de evitar cualquier incremento en la dependencia hacia la relación terapéutica. “Los médicos deben tener cuidado de no fomentar la dependencia de la relación terapéutica“, subraya la premisa central.

Respecto al uso de medicamentos, se encuentra que los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) y los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) pueden ser útiles, aunque la evidencia existente es limitada. Se enfatiza la no utilización de benzodiazepinas dada la alta susceptibilidad de los pacientes a desarrollar dependencia. A través de estos tratamientos, se busca mitigar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los individuos, enfocándose en la raíz del problema y no meramente en los síntomas evidentes.

Codependencia: un problema emocional profundo

La codependencia emerge como una dependencia afectiva obsesiva que ancla a una persona en una espiral de relación disfuncional con otro. Esta dinámica se detecta no solo en el cuidado de seres con condiciones crónicas o adicciones sino también en relaciones interpersonales cotidianas. Se caracteriza por un desbalance, donde el codependiente deposita su bienestar emocional y autoestima en las demandas y necesidades del otro, olvidándose de sí mismo. El individuo, involucrado en esta dinámica, ve sus propias necesidades y deseos relegados, en un acto de auto abandono, ensimismado en la errónea creencia de que su valor como persona reside exclusivamente en su capacidad de ser útil o indispensable para el otro.

La intervención psicológica se revela como crítica en la desarticulación de esta enredada tela de codependencia. Inicia con una evaluación que destapa no solo el manto de conductas problemáticas y la trama de interacciones disfuncionales, sino también los nudos causales de este vínculo emocional obsesivo. La terapia focaliza en desmantelar creencias erróneas y deshacer el nudo de la culpa, frecuentemente sentido por el codependiente al atender sus propias necesidades. “El aprendizaje del control emocional y la mejora de la autoestima son pilares en recuperar la identidad personal perdida”, subraya el abordaje terapéutico, donde se entrenan nuevas formas de comunicación que permitan al paciente expresar sus emociones, anhelos y necesidades, desvinculándose poco a poco de la codependencia.

Codependecia
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Diferencias Cruciales entre Dependencia y Codependencia Emocional

La línea que separa la dependencia emocional de la codependencia puede ser delgada pero definitoria. La primera implica un apego extremo de un individuo hacia su pareja, donde la propia valía y felicidad se perciben únicamente a través de la lente de la aceptación y aprobación de la otra persona. La codependencia, por otro lado, surge de un deseo compulsivo de cuidar y controlar a otra persona, a menudo para mitigar propias inseguridades o miedos. Ambas dinámicas tienen en común la pérdida de la identidad y autonomía personal en la interacción con el otro, pero difieren radicalmente en sus manifestaciones y en el impacto que tienen sobre las relaciones.

Un aspecto crucial a comprender es que, a diferencia de la codependencia donde el cuidado es excesivo y muchas veces no solicitado, enfocándose en controlar o “salvar” a la pareja, la dependencia emocional se caracteriza por una necesidad abrumadora de ser cuidado, querido y validado. “El dependiente emocional se somete, no necesariamente desde una sumisión extrema, sino de una manera más sutil, atendiendo a la otra persona por encima de sus propias necesidades,” explica un especialista en salud mental. Esta dinámica resalta una de las diferenciaciones más significativas entre dependencia y codependencia: mientras una reclama atención y validación, la otra se ofrece, muchas veces de manera invasiva, atención y cuidados no requeridos.

Nacimiento de la Codependencia y Dependencia en Individuos

La codependencia, inicialmente una etiqueta aplicada a quienes rodean a un alcohólico, evolucionó para describir a alguien que, más allá de la adicción de otro, interviene excesivamente en la vida de una persona que sufre, replicando así sus propias disfunciones. Se extiende a quienes cuidan a personas con diversas adicciones o enfermedades crónicas, marcando un paradigma de sufrimiento compartido y dependencia mutua. Este complejo entrelazado de emociones y conductas surge de un defectuoso vínculo afectivo, a menudo originado en la infancia, que perpetúa una búsqueda constante por conexión, significado y aceptación a través de otros. La falla radica en la base misma de nuestro ser social: el vínculo madre-hijo, esencial para el desarrollo de una identidad autónoma, reemplazado por la necesidad de encontrar en alguien más, ese yo perdido o nunca hallado.

Los codependientes repiten patrones aprendidos en su niñez para satisfacer deseos de aceptación y amor, pero sus esfuerzos solo refuerzan sus lacerantes sentimientos de abandono. “Enganchados en un ciclo de reparación y desesperación, viven en un espejismo de control y salvación, incapaces de detener la espiral de codependencia”. La codependencia se sostiene por distorsiones cognitivas, una sobreestimación de la propia lógica y un desprecio por las necesidades más básicas, creando un bucle de codependencia duradero, alimentado por la negación y una esperanza ilusoria de curar la adicción o enfermedad del otro.