Si pudiéramos desentrañar el complejo sistema de opresiones múltiples que configuran nuestra sociedad, nos encontraríamos con una maraña en la que, como hilos fundamentales, se entrelazan la clase social, el origen, la etnia, la orientación sexual, la identidad de género y la religión, entre otros factores. Y si quisiéramos identificar uno de los nudos más enredados y difíciles de deshacer, nos toparíamos con la desigualdad de género.
La desigualdad de género: una construcción social
Este particular nudo se nos presenta en forma de un sistema heteropatriarcal que establece una división sexual del trabajo y de valores, relegando a las mujeres a tareas domésticas y de cuidados. Un sistema que nos ha acompañado por siglos, influyendo en la vida de millones de personas y penetrando en todos los ámbitos, desde lo laboral hasta lo educativo y lo político.
Este sistema ha logrado que la desigualdad de género sea percibida como algo natural y casi inevitable. Pero, lejos de serlo, se trata de una construcción social que ha generado múltiples formas de opresión y discriminación hacia las mujeres.
Las múltiples caras de la violencia y la desigualdad
Una de las más brutales manifestaciones de este sistema es la violencia machista, expresión del poder masculino que se plasma en actos de violencia física, psicológica, sexual, económica, social e institucional. No olvidemos que en todo el mundo, una de cada tres mujeres sufre o sufrirá violencias machistas en algún momento de su vida.
La mujer y el trabajo
A nivel laboral, esta desigualdad también se hace patente: las mujeres tienen un salario un 24% inferior al de los hombres y ocupan solo el 24% de los escaños parlamentarios a nivel mundial. La brecha es aún más abrumadora si tomamos en cuenta que casi dos terceras partes de los 781 millones de personas adultas analfabetas son mujeres.
Y si hablamos de leyes discriminatorias, encontramos que 153 países tienen leyes que discriminan económicamente a las mujeres, y en 18 de ellos, los maridos pueden impedir legalmente que sus esposas trabajen.
¿Qué podemos entender por justicia de género?
Ante este panorama, es necesario hablar de la justicia de género, ese ideal por el que luchamos y que se refiere a la igualdad y equidad total entre hombres y mujeres en todos los ámbitos de la vida. La justicia de género es crucial para poner fin a la pobreza y combatir la desigualdad.
Desmontando el sistema patriarcal
Para lograr la igualdad de género, es necesario transformar las relaciones de poder, las estructuras, normas y valores sociales que sostienen al patriarcado. En este cambio, las mujeres son una poderosa fuerza que puede poner fin a la pobreza y la discriminación.
Un elemento esencial en este proceso es el acceso a empleos y salarios justos y equitativos para las mujeres. Pero también es crucial que las mujeres tengan una participación activa en los procesos de toma de decisiones a todos los niveles.
Comenzando por nuestras casas
La lucha por la igualdad empieza en casa, con la eliminación de las violencias contra mujeres y niñas y promoviendo una nueva concepción de las relaciones familiares y de pareja más equitativa.
La lucha en México
En el contexto mexicano, las mujeres también enfrentan una realidad de desigualdad y discriminación. Un estudio realizado en 2016 reveló que la brecha de desigualdad entre hombres y mujeres asciende hasta el 68% en la obtención de posibilidades económicas o laborales.
Un panorama internacional
Esta situación, lejos de ser exclusiva de México, se repite en países como el Reino Unido, donde el 74% de las empresas paga más a los hombres que a las mujeres, creando una brecha salarial de género de enorme magnitud.
En algunos casos, la discriminación de género se ve exacerbada por otras formas de discriminación, como el racismo y la clase social, fenómeno conocido como interseccionalidad.
La esperanza de un mundo más justo
Afortunadamente, poco a poco, el mundo va avanzando hacia la igualdad de género. Un ejemplo de ello es Islandia, que en 2018 se convirtió en el primer país en ilegalizar que a los hombres se les pague más que a las mujeres. Pero aún queda mucho por hacer, especialmente en aquellos 18 países en los que las mujeres necesitan el permiso de sus maridos para aceptar un trabajo.
Igualdad de género: un objetivo para todos
La igualdad de género es un objetivo que nos concierne a todos, un ideal que supone para todas las personas tener igualdad de oportunidades, estatus, derechos y acceso a recursos y servicios. Y para lograrlo, es necesario un cambio profundo en las normas de género, tanto a nivel cultural como en nuestras políticas públicas.
Este cambio puede ser promovido por múltiples niveles y actores, como lo son el ámbito económico, la tecnología, las comunicaciones, la acción gubernamental y la educación.
En la lucha por la igualdad, todos somos responsables
No podemos dar la espalda a la desigualdad de género. Es responsabilidad de todos combatir la discriminación y construir un mundo más justo y equitativo para todas las personas, sin importar su sexo o género.
Es hora de deshacer los nudos de nuestra historia y construir, entre todos, un nuevo relato en el que las mujeres y hombres sean protagonistas de un futuro igualitario y lleno de oportunidades.