Entrar en el mundo de la bioarquitectura es adentrarse en un universo de posibilidades donde la armonía entre el medio ambiente, las personas y sus construcciones cobran un protagonismo sorprendente. Pero, ¿qué es exactamente la bioarquitectura y cómo se aplica en México? Bueno, eso es lo que vamos a explorar en este artículo.
El nacimiento de la bioarquitectura: una simbiosis armoniosa
La bioarquitectura es el resultado de una visión más consciente y respetuosa del entorno en la que se busca generar un menor impacto ambiental en nuestras construcciones. Esta disciplina combina el uso de materiales disponibles en el ecosistema de manera sostenible, tomando en cuenta factores como la orientación del inmueble y su conexión con la tierra.
La idea es lograr un equilibrio entre la arquitectura, el entorno natural y la sociedad. ¿Cómo se logra esto? Pues bien, los inmuebles de bioarquitectura utilizan materiales renovables y ecológicos como la madera local, las fibras vegetales, la tierra y el bloque cerámico, siempre de manera responsable.
Aplicaciones en México y Latinoamérica
En México y toda América Latina, la bioarquitectura se ha convertido en una respuesta asequible y eficaz para enfrentar la crisis de vivienda, al mismo tiempo que preserva el medio ambiente. Un ejemplo de ello es la propuesta del arquitecto colombiano Álvaro Mosquera, quien desarrolló un sistema constructivo sismo-resistente y de bajo costo basado en técnicas tradicionales de materiales modestos, como el “bahareque”.
Por otra parte, el arquitecto mexicano Javier Senosiain ha llevado la bioarquitectura en México a un nivel completamente diferente, creando espacios inspirados en la búsqueda del refugio humano y en la estrecha relación entre la naturaleza y las especies que la habitan.
El ‘sistema tendinoso’ de Álvaro Mosquera
El sistema constructivo desarrollado por Álvaro Mosquera se denomina “sistema tendinoso” y consiste en una combinación de materiales tradicionales, como el bahareque, con elementos de alambre de púas para ofrecer estructuras versátiles, de bajo costo y, lo más importante, sismo-resistentes.
Este sistema ha sido utilizado en diversas zonas socioculturales de América Latina, y su éxito radica en la mezcla de materiales y la creatividad con la que se adaptan a las necesidades de la comunidad y el entorno.
La guadua: el bambú de Latinoamérica
En Colombia, por ejemplo, la guadua, que es un tipo de bambú, se ha convertido en un material clave para la construcción masiva en áreas rurales. La guadua es ideal para la bioarquitectura, ya que es una solución viable a los problemas de déficit habitacional en los países latinoamericanos.
Aplicaciones de la bioarquitectura en México
En México, específicamente en la ciudad de Ensenada, una empresa llamada Adama EcoDevelopment utiliza un sistema de construcción conocido como “Superadobe” para crear arte arquitectónico basado en la belleza del ecosistema natural de la región. Al emplear materiales del desierto, como la arena, Samuel Neuenschwander y Josué Olguín han iniciado un proyecto de viviendas sustentables cerca de las playas de Baja California Sur.
Estas viviendas utilizan servicios de energía eléctrica generada por paneles solares y baterías, gas creado en un biodigestor que se alimenta de los residuos orgánicos, y agua que se utiliza de manera consciente y se trata para volver a ser utilizada. En resumen, el objetivo principal de las viviendas sustentables es aprovechar todos los recursos posibles y desperdiciar lo menos posible.
Un llamado a la acción
La bioarquitectura es una disciplina que puede cambiar el rumbo de nuestras ciudades y ofrecer soluciones más amigables para nuestro medio ambiente y salud. ¿Por qué no animarnos a compartir otros proyectos de bioarquitectura similares en nuestra región? Después de todo, cada pequeño esfuerzo cuenta para construir un mundo más limpio, verde y habitable.
En este momento, te invito a que indagues sobre los proyectos de bioarquitectura en México e incluso en tu propia comunidad. ¿Quién sabe? Tal vez encuentres inspiración para tu propia casa ecológicamente responsable. ¡Hasta la próxima!