La historia de los ferrocarriles en México: Una odisea sobre rieles

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En la vasta tierra mexicana, la historia de los ferrocarriles es tan diversa y rica como las culturas que conforman la esencia de este país. Desde su origen en el siglo XIX hasta las recientes transformaciones, estos colosos de hierro fueron testigos y protagonistas de innumerables aventuras trascendentales.

El sueño del ferrocarril y sus primeros pasos

Como una promesa de modernidad y desarrollo, los ferrocarriles irrumpieron en la vida cotidiana mexicana. Imaginémonos, en 1837, cuando el presidente Anastasio Bustamante otorgó la primera concesión a Francisco de Arrillaga, los ciudadanos soñaban con conectar el puerto de Veracruz con la capital de México.

El tiempo pasó, y en 1842, el afamado Antonio López de Santa Anna concedió una segunda oportunidad a la Comisión de Acreedores para construir la travesía Veracruz-San Juan. Más tarde, en 1853, el inglés John Laurie Rickards recibió la tercera concesión, seduciendo la imaginación de muchos con el poder de estas bestias mecánicas.

El amanecer de la era férrea

Fue en 1850 cuando el primer tramo de tan solo 13 kilómetros vio la luz, maravillando a todos en esa época. Y aunque siempre existe una primera vez, no fue sino hasta 1873 que la historia ferrocarrilera en México inició con el arribo del primer tren al puerto de Veracruz, ¡un momento inolvidable para los presentes!

La expansión de las líneas férreas

Como arterias por donde fluía la vida de México, las vías férreas se extendieron por todo el territorio nacional bajo la égida del gobierno de Porfirio Díaz. Pero ¿qué es de un héroe sin sus aliados? Empresas francesas, inglesas y estadounidenses colaboraron en la construcción de estaciones y comunicaciones, evidenciando el poder de la cooperación internacional.

Estas obras, que abarcaron desde Chihuahua hasta Ciudad Juárez, la Ciudad de México y muchas otras regiones, permitieron al país contar con más de 20,000 kilómetros de vías férreas en 1910.

Entre conflictos y renacimiento: el ferrocarril en la Revolución Mexicana

Así como cada ser vivo atraviesa momentos de crisis, el ferrocarril en México no fue la excepción. Durante la Revolución Mexicana, el sistema ferroviario sufrió un gran deterioro debido a los embates del conflicto bélico y político.

Fue entonces cuando, en busca de un renacer, el presidente Lázaro Cárdenas decidió expropiar y nacionalizar los ferrocarriles en 1937, dando inicio a una etapa de redención para estos titanes del transporte.

La era de los Ferrocarriles Nacionales de México

El gobierno abrió las puertas a una nueva era al crear los Ferrocarriles Nacionales de México (FNM) en 1938, depositando sus esperanzas en estos colosos de acero. Este gigante ferroviario experimentó con nuevas tecnologías, rutas y formas de trabajar que marcaron un antes y un después en la historia de los ferrocarriles en México.

Transformaciones y desaparición del FNM

Al igual que la vida, el ferrocarril en México fue un constante devenir. Desde su expropiación hasta la creación del Ferrocarril Pacífico en 1953 y la apertura a la inversión extranjera en los años siguientes, las vicisitudes del tiempo pasaron factura al FNM, que finalmente privatizó en 1995 bajo el gobierno de Ernesto Zedillo.

Con tristeza, en 2001 se anunció la desaparición de Ferrocarriles Nacionales de México. La noticia dejó al país prácticamente sin transporte ferroviario de pasajeros, marcando el fin de una era en la historia de los ferrocarriles en México.

Legado y patrimonio de los ferrocarriles mexicanos

Pese a los vaivenes de la historia, los ferrocarriles en México siempre buscaron llevar su legado y patrimonio más allá de sus vías. En los años setenta, el FNM emprendió un proyecto para salvaguardar el patrimonio histórico y cultural generado durante décadas, convirtiéndose en un faro de memoria y conocimiento para las futuras generaciones.

Y así, siempre firmes en su riel, estos gigantes de acero siguen siendo testigos de la evolución de México y sus gentes. Son memoria viviente, reflejo de la fortaleza y el espíritu de superación que caracteriza a la historia de los ferrocarriles en México, hoy y siempre.