En tiempos de cambios vertiginosos, la agricultura mexicana se encuentra en una encrucijada donde el pasado, el presente y el futuro se entrelazan, dando lugar a una compleja telaraña de retos y oportunidades. La sociedad mexicana se ha transformado de manera significativa en las últimas décadas y con ella, también, los hábitos y prácticas alimenticias y la relación entre el campo y la ciudad.
La paradoja de la abundancia y la carencia
Pese a que México produce suficientes alimentos para abastecer a su población, persisten problemas de desnutrición, carencia de micronutrientes, sobrepeso y obesidad. La desigualdad económica y geográfica juega un rol clave en este dilema, impidiendo el acceso a una alimentación adecuada para todos.
La contribución de la agricultura en el Producto Interno Bruto (PIB) ha disminuido, no sólo por la migración de los jóvenes del campo a las ciudades, sino también por las necesidades de un mercado cada vez más globalizado que demanda una producción más intensiva y competitiva.
El complicado camino de la urbanización
Las crecientes tasas de urbanización en los países en desarrollo, como México, generan retos en el procesamiento, transporte y distribución de alimentos. Esta situación exige una mejor integración en las cadenas de valor, lo cual afecta en gran medida a los pequeños productores, quienes ven mermadas sus posibilidades de competir en el mercado.
Asimismo, la producción intensiva de alimentos ha generado presiones ambientales y problemas de sustentabilidad a largo plazo. Frente a estos desafíos, la agricultura necesita adaptarse y adoptar nuevas tecnologías como la precisión agrícola, el mejoramiento genético y la biotecnología.
Las sombras del Tratado de Libre Comercio
El TLCAN ha beneficiado a un pequeño sector de productores rurales especializados, pero ha dañado severamente a la agricultura de granos y, con ello, la seguridad alimentaria del país. Además, la pobreza en el campo mexicano se ha mantenido prácticamente igual desde hace 20 años, y se sigue incrementando la falta de oportunidades para los habitantes de las áreas rurales.
El éxodo rural y la despoblación del campo
La migración de habitantes del campo a las ciudades ha sido una constante desde la segunda mitad de la década de 1990, situación que no ha sido revertida en la actualidad. Las remesas se han convertido en una fuente decisiva de ingresos para los hogares rurales, y desafortunadamente, también han dejado ver una dura realidad, pues cerca de la mitad experimentan pobreza extrema.
Mientras tanto, en el sector reformado de la agricultura, los titulares de la tierra envejecen, y la juventud contrasta con la edad promedio de 56 años. La agricultura ha dejado de ser la fuente principal de ingresos para la mayoría de los hogares rurales, lo cual pone en riesgo la seguridad alimentaria del país a futuro.
Reformas rurales y gobernabilidad
Las reformas rurales implementadas a lo largo de los años noventa modificaron sustancialmente la estructura de gobernabilidad en el campo, lo cual ha dejado consecuencias aún palpables en la actualidad. La pobreza alimentaria se ha mantenido prácticamente igual en estos años y el número de mexicanos en esta situación ha pasado de 18.6 millones a 21.5 millones. Ante esto, cabe preguntarse cómo solucionar el problema de la pobreza y desigualdad en el campo mexicano.
Un nuevo modelo de agricultura
El modelo productivo actual de la agricultura en México ha demostrado estar obsoleto y requiere de un cambio radical para adaptarse a un contexto más sostenible y equitativo. La demanda de alimentos ha aumentado debido al crecimiento poblacional, la urbanización y el poder adquisitivo, lo que requiere de un aumento en la producción de alimentos y cereales.
Para evitar la despoblación y el desmantelamiento del rural, es necesario que la agricultura sea una actividad atractiva, moderna y rentable para las nuevas generaciones. La industria debe abogar por las buenas prácticas, como la inversión en maquinaria e infraestructura, la formación de los agricultores, facilitar el acceso a la tecnología y mejorar la gestión de plagas y otros problemas de los cultivos.
En resumen
La agricultura mexicana enfrenta un laberinto de retos en el siglo XXI, pero también de oportunidades. Es necesario repensar y reestructurar el sector agrícola para adaptarlo a las necesidades cambiantes de la población y del planeta y conseguir, así, la ansiada sustentabilidad y equidad tan necesarias en nuestros días. No será fácil ni rápido, pero el campo mexicano merece renovarse y convertirse en un espacio de oportunidades y prosperidad para todos.