En un mundo azotado por los distraídos brazos del cambio climático, la humanidad se enfrenta a una creciente cantidad de desastres naturales. Desde inundaciones en Venecia hasta una sequía en Australia que ha arrasado más de un millón de hectáreas, la crisis climática nos ha puesto contra la pared. Pero lejos de ceder ante este embate antropogénico, nuestro ingenio criatura ha logrado tejer la más preciada tecnología para monitorear, prevenir y sobrellevar estos eventos. En nuestro querido México, no somos ajenos a las amenazas desencadenadas por fenómenos naturales, y así, con el corazón si no desbocado, al menos acelerado, es que nos adentramos en el laberinto de la tecnología contra desastres.
La Palma y cómo la tecnología espía al volcán que la devora
Como una suprema lección de nuestros tiempos, la isla de La Palma se encuentra golpeada por la furia ígnea de su volcán. Sin embargo, entre la lava y la ceniza, emerge la fibra óptica, revelándose como una aliada en la anticipación y monitorización de sismos. La Universidad de Berkeley, en su sagacidad, ha decidido poner bajo su lente de estudio el cable de fibra óptica como posibilidad sismómetro de alta sensibilidad. Así y todo, los drones no se quedan atrás y sobrevuelan las carreras rojas que la ceniza vierte sobre la isla, controlando intensidad y dirección de su danza destructora.
México: desastres, riesgos y un futuro en manos de la tecnología
De nuestro México lindo y querido podríamos hablar por horas, pero en este caso nos centramos en su ineludible vínculo con desastres naturales. A causa de su ubicación geográfica y al monstruo del cambio climático, México enfrenta constantes riesgos de desastres que demandan atención. Aquí es cuando la tecnología se convierte en una suerte de hechicera, poniendo a nuestro servicio sus más avanzados recursos como lo son la Inteligencia Artificial (AI), la modelación numérica, el Internet de las Cosas (IoT), el Big Data y el Analytics.
Los tentáculos tecnológicos en la prevención de catástrofes
Organismos públicos y entes privados, como desesperados buscadores de tesoros, recurren a la tecnología para crear soluciones que puedan mitigar los riesgos de desastres naturales. Un ejemplo de ello es SensorGO, empresa que ofrece sistemas de sensores en el IoT para controlar riesgos y efectos de catástrofes en nuestro país. Entre sus herramientas, cuenta con cierre automático de suministro de agua, gases y químicos peligrosos, así como envío de alertas a las autoridades y seguimiento permanente de instalaciones mediante su página de monitoreo.
La globalización del desastre y la batalla tecnológica
Si uno se detiene a contar, las catástrofes naturales parecen acumularse como hojas en otoño. En efecto, las Naciones Unidas nos confirman esta impresión, señalando que cada semana, en algún rincón del mundo, hay un evento desastroso ligado al cambio climático. Aunque hablar de desastres es adentrarse en una cronología trágica, es necesario recordar algunos de sus episodios más dolorosos: el Ciclón Idai en África en 2019, la sequía en Somalia en 2017 o incluso los incendios en Australia que, en 2020, acabaron con la vida de al menos 480 millones de animales y destruyeron 2000 casas.
Superordenadores y datos masivos: las armas del siglo XXI
La lucha contra el desastre tiene, sin duda, varios frentes y esto incluye el poder de los súper ordenadores y el big data. Gracias a la mejora en la capacidad de cálculo de estas máquinas y al análisis masivo de información, la predicción meteorológica ha logrado un nivel de precisión y fiabilidad nunca antes visto en la historia de nuestra especie. Ejemplos de esto podemos ver en cómo Inteligencia Artificial es empleada por IBM en el proyecto Bee2FireDetection, una solución de la empresa portuguesa Compta para la detección de incendios forestales.
Conclusión: un llamado a la reflexión y a la acción
En suma, ciertamente los desastres naturales y tecnología mantienen una relación en la que el ingenio y habilidad humanas se enfrentan a los embates de la furia del planeta. Sin embargo, al final del día, es el factor humano el que da sentido a estos avances tecnológicos, pues es nuestra responsabilidad y resiliencia las que lograrán llevarnos a un equilibrio con nuestro ambiente. Detrás de cada sensor, cable o robot hay un ser humano luchando contra las incertidumbres, y es en esa lucha en la que reside la más valiosa lección de nuestra especie.